17 de agosto, 2006 La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) envió un equipo especial a Brasil para hacer un balance del programa “Hambre Cero” a tres años y medio de su inicio.
Tras la evaluación, la FAO listó una serie de conclusiones que considera relevantes para los países que están implementando políticas de seguridad alimentaria y lucha contra el hambre.
En esta lista, el organismo de la ONU subrayó que el crecimiento agrícola basado en el dinamismo del sector empresarial no reduce automáticamente el hambre, sino que puede llegar exacerbarla.
“El crecimiento económico tampoco resulta en una reducción proporcional de la pobreza y el hambre, debido a la desigualdad existente en la distribución del ingreso y la riqueza. La erradicación del hambre sólo puede ser alcanzada por medio de programas específicos que aborden directamente las causas subyacentes del hambre y la pobreza”, puntualizó la FAO.
Asimismo, señaló que para adoptar la erradicación del hambre como un objetivo nacional, se requiere de un compromiso político fuerte y sostenido –idealmente multipartidista-, que cuente con un amplio apoyo popular.
Agregó que también es necesario plasmar este compromiso en leyes y políticas públicas, para garantizar su continuidad, independientemente de quien este al frente del gobierno.
La FAO resaltó también la importancia de ampliar lo más pronto posible la capacidad de producción o adquisición de alimentos por parte de la población que padece inseguridad alimentaría y, al mismo tiempo, de establecer instituciones, políticas y programas que enfrenten las causas complejas de su vulnerabilidad.
Otra punto destacado es la coordinación efectiva de los recursos públicos y su canalización mediante una agencia pública líder.
Por otra parte, la FAO indicó que la sociedad civil, al igual que el sector privado, puede jugar un papel vital en el diseño y la implementación de los programas a través de su involucramiento en la creación de instituciones que fortalezcan las relaciones entre el gobierno y la sociedad civil a nivel nacional y local.
Añadió que se requiere de inversiones sustanciales en un sistema de administración de los programas implementados, incluyendo un catastro único que permita identificar a los beneficiarios, garantizar la transparencia en el manejo de los recursos, y perfeccionar el proceso de selección de los beneficiarios.
Por último, la FAO sostuvo que los programas de seguridad alimentaria y reducción de la pobreza a gran escala pueden ser fiscalmente sostenibles, aún en países con un menor desarrollo económico que Brasil. “Existe cada vez más evidencia de que los principales componentes de “Hambre Cero” están comenzando a generar beneficios económicos y que, por lo tanto, no deberían considerarse sólo como beneficencia, sino también como inversiones viables”, puntualizó.
agosto 19, 2006
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